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Se Equivocaron Los Fundadores. La Nación es Imperfecta. La Constitución Sigue Siendo un ‘Documento Glorioso de Libertad.’

August 21, 2019

Por a través del mapa de los Estados Unidos, las fronteras de los estados de Tennessee, Oklahoma, Nuevo México y Arizona demarcan líneas marcadas. Son todas parte de la línea 36º30′, un vestigio de los límites territoriales entre los estados libres y los de esclavitud demarcadas en el año 1820. Es una cicatriz por la barriga territorial de los Estados y un símbolo intenso de una de las formas en que la esclavitud aún afecta a casi todos aspectos de la historia estadounidense.

Dicho legado dominante es el tema de una serie de artículos en el periódico The New York Times nombrado, “El Proyecto 1619.” El analizar a la historia de la esclavitud y sus efectos modernos es, sin duda, una meta noble y una gran parte del Proyecto lo hace con gran efecto. Por ejemplo, la caracterización de Khalil Gibran Muhammad de la industria de la cultivación de azúcar ilustra, gráficamente, una región cuyas víctimas consideraron la peor forma de todas las clases de esclavitud. Mejor aún es la celebración de movimientos encabezados por líderes negros de parte de Nikole Hannah-Jones’s. Sin duda, ella tiene toda la razón cuando sostiene que, “sin los esfuerzos idealistas, vigorosos, y patrióticos por estadounidenses negros, nuestra democracia actual hubiera tomado una forma muy distinta” y “podría haber vuelto algo que ni siquiera es democracia.”

Donde fallan gravemente los artículos de 1619 es en un tema continuo y perverso: un esfuerzo para comprobar que la esclavitud es “el mismo origen del país,” que la esclavitud es la fuente de “casi todo lo que ha vuelto a los Estados Unidos un país excepcional,” y que, según las palabras de Hannah-Jones’s, los fundadores “usaron” “ideologías racistas” “en el punto de la fundación nacional.” En esta ocasión, el periódico New York Times va más allá que la historia y entra en una polémica política—una basada en una falsedad y, de una forma esencial, rechaza las obras de innumerables personas de todas razas incluyendo a las mismas celebradas por Hannah-Jones, quienes han creído que lo que hace a los Estados Unidos un país “excepcional” es la propuesta de que todos los hombres son creados iguales.

Para empezar, la idea de que, según las palabras de Hannah-Jones, los “hombres blancos” quienes redactaron a la Declaración de Independencia “no creyeron” su lenguaje aplicado hacia gente negra es simplemente falsa. Los fundadores John Adams, James Madison, George Washington, Thomas Jefferson, entre otros, sostuvieron, en el momento, que la doctrina de la igualdad deja repugnante a la institución de la esclavitud. Es cierto que Jefferson también redactó los famosos pasajes insinuando que “los negros…son inferiores a los negros en dotaciones tantos mentales que corporales,” característica que hasta el la consideró irrelevante a la cuestión de la moralidad de la esclavitud. Jefferson escribió, “Sin importancia de su nivel de talento,” “no es ninguna medida de sus derechos. Por el hecho de que el Señor Isaac Newton era superior a otros en entendimiento, no se volvió soberano de la persona o propiedad de otros.”

El mito que presume que la base de la fundación de los Estados Unidos fue la esclavitud empezó en los años 1830, no en los años 1770. Fue momento en que los señores John C. Calhoun, Alexander Stephens, George Fitzhugh, entre otros, presentaron una nueva visión de los Estados Unidos—una que o rechazó los hechos históricos para pintar a los fundadores como supremacistas blancos o para denunciarlos por no haber sido. Figuras relativamente moderadas tal como el Senador de Illinois Stephen Douglas torció al lenguaje de la Declaración para decir que la frase “todos los hombres son creados iguales” sólo significaba hombres blancos. Creencia que rebatió efectivamente Abraham Lincoln en sus debates con Douglas. Calhoun era, de cierta forma, más honesto con respeto a estas creencias abominables; el despreció la Declaración precisamente por no haber hecho ninguna distinción entre colores. “En ella no existe ninguna palabra verdadera,” destacó Calhoun. La gente “de ninguna forma son…libres o iguales.” El Senador de Indiana John Pettit era hasta más conciso. Según el, con respeto a la Declaración, “era evidente por sí mismo que era una mentira.”

Eran estos tres hombres—la generación después de la fundación—quienes habían fabricado al mito de la supremacía blanca estadounidense. Lo hicieron con la oposición de personajes tal cómo Lincoln, Charles Sumner, Frederick Douglass y John Quincy Adams. Adams mantuvo “Desde el día de la declaración de independencia,” los “soberanos sabios del país ” habían aconsejado” con el fin de reparar la injusticia” de la esclavitud, y no fomentarla. “La emancipación universal era la lección que ellos habían impulsado sobre sus contemporáneos y la presentaron como transcendente e inevitables obligaciones de sus hijos en la época presente.” Estos oponentes del nuevo mito de la supremacía blanca no eran ningunas figuras extremistas. Los personajes de Lincoln y Douglass eran líderes nacionales respaldados por millones quienes estaban de acuerdo con su oposición hacía la mentira supremacista blanca. Adams era un expresidente. Casi asesinaron a Sumner en la cámara del Senado por haber opuesto a la supremacía blanca. Sin embargo, las obras de tantos nunca fueron mencionadas en los artículos del periódico New York Times.

En el año 1857, el presidente de la Suprema Corte de Justicia, Roger Taney, quiso volver al mito en ley nacional sosteniendo en el caso Scott v. Sandford que los Estados Unidos fue creado como, y solo podría ser una nación de blancos. El declare, “El derecho de propiedad en un esclavo,” “es inconfundible y explícitamente afirmada en la Constitución.” Era una falsedad: la Constitución no cuenta con ninguna protección legal para la esclavitud y ni siquiera utiliza la palabra.

Ambos Lincoln y Douglass contestaron a Taney citando al archive histórico además al texto jurídico: los fundadores llamaron a la esclavitud malvada y contradictorio hacia sus principios personales; personalmente prohibieron a la industria de la esclavitud y lucharon para prohibirla en los territorios; ningún aspecto de la Declaración o de la Constitución había establecido términos según una línea de color; es más, cuando se ratificó a la Constitución, habían ciudadanos negros en varios estados y además podían votar. Los fundadores si merecen la culpa por no haber hecho más, pero la idea de que eran supremacistas blancos, dijo Douglass, era “una calumnia hacia sus recuerdos.”

Lincoln ofreció la refutación más completa. El observó que existía una sola pieza de evidencia ofrecida para sostener a la tesis que los autores de la Declaración no querían decir “todos hombres” cuando lo escribieron: era el hecho de que no habían liberado a los esclavos el día del 4 de julio del año 1776. Sin embargo, había muchas otras explicaciones que había comprobado que lo que había indicado el Declaración no era una mentira. El punto más obvio, algunos fundadores, a lo mejor, eran hipócritas. Pero esa falla individual no comprueba que la Declaración excluye a los no blancos o que la Constitución había garantizado la esclavitud.

Hasta unos abolicionistas adoptaron a la leyenda blanco supremacista. William Lloyd Garrison la denunció por que el creyó que la Constitución protegía a la esclavitud. Douglass respondió que la creencia era legal y objetivamente falsa: aquellos quien sostienen que el documento era pro-esclavitud cuentan la carga de la prueba—pero jamás ofrecieron ninguna. El lenguaje de la Constitución le dejo ningunas garantías y dejó una multitud de formas para abolirla. En realidad, el Congreso no tuviera que cambiar ninguna parte de su lenguaje para poder eliminarla un día al otro. Eran los mismos defensores de la esclavitud, no sus enemigos, quienes deben temer de la Constitución—y la sucesión le dio toda la razón. Los Eclavocratas se dieron cuenta que la Constitución era, según las palabras de Douglass, “un documento glorioso de la libertad,” y querían retirarse.

Sin embargo, después de la Guerra, los historiadores de la “Causa Perdida” rehabilitaron a la visión de la Confederación declarando que la Constitución era un documento racista y, por lo tanto, la leyenda sigue hasta la fecha. Hannah-Jones escribe que los Estados Unidos “fue fondado…como una esclavocracia,” y que la Constitución había “preservado y protegido a la esclavitud.” A la vez, lo afirmó un hecho incontrovertible—y las refutaciones de Lincoln y Douglass ni fueron mencionadas en las obras del New York Times.

Sin duda, Taney hubiera estado encantado con esta aprobación de su tesis. ¿Cuál es su justificación? El mito de la fundación blanco supremacista siempre ha servido a las necesidades emocionales de muchas personas. Para los racistas, les ofrece una racionalización para su odio. Para otros, la creencia ofrece una visión de los padres fundadores como arque-villanos. Para algunos es consolador creer que una maldad tan colosal como la esclavitud solo podría ser fabricada por hombres diabólicamente perfectos en vez de por la política cotidiana y la banalidad de la maldad. Además, para otros, ofrece una leyenda nueva de la caída de Edén, concepto atractivo porque implica la posibilidad de la redención por medio de un solo acto. Si la maldad entró al mundo en un momento específico, por un acto deliberado, tal vez sería posible invertirla por medio de una revolución deliberada.

La realidad es más compleja, más espantosa y, de ciertas formas, más gloriosa. Al fin de cuentas, la esclavitud fue abolida, la segregación fue anulada y la lucha actual está dirigida por gente sumamente motivados por su compromiso hacia el principio de que todos los hombres fueron creados iguales—el principio expresado en el nacimiento de la nación. Era precisamente porque millones de estadounidenses nunca creyeron la idea que los Estados Unidos fue hecho cómo una esclavocracia—y han contado con pruebas históricas para sostener esa negación—que estaba dispuestos a entregar sus vidas no solamente en los años 1860 si no, hasta la fecha, para cumplir con las promesas de la Declaración.

Sus esfuerzos hacen surgir dudas sobre lo que cuenta con respeto a la “verdad” histórica del sueño americano. Al fin de cuentas, la historia de una nación ocupa un reino entre los hechos y los compromisos morales. Como en un matrimonio, la constitución, o un concepto ético cómo la “culpa,” abarca tanto lo que pasó que la cuestión filosófica del significado de los hechos. Por cierto, si hubo esclavitud—pero también hubo el movimiento abolicionista y la ratificación de las enmiendas Trece, Catorce y Quince. Los autores de esas enmiendas no pensaron que estuvieran realizando cambios a la Constitución, pero rescatándola de Taney y de otros miteros quienes habían intentado pervertirla a un documento blanco supremacista.

En realidad, sería más preciso decir que lo que hace a los Estados Unidos un país único no es la esclavitud si no los esfuerzos aplicados para abolirla. Entre todas las instituciones de la humanidad, la esclavitud está entre las más antiguas y ubicuas; así como indica la serie del New York Times, la esclavitud estadounidense precede a la Revolución Estadounidense por un siglo y medio. Lo único de los Estados Unidos es que es el único país que había promulgado en su nacimiento al principio que todos los hombres fueron creados iguales—y que, desde entonces, su pueblo ha luchado para realizar ese principio. Como resulta de sus esfuerzos, la Constitución actual tiene más que ver con lo que pasó en el año 1865 que en el año 1776, y mucho menos al año 1619. No hay cosa que más valdría la pena que el aprendizaje de la historia de la esclavitud y el conmemorar a sus víctimas y vencedores. Pero el proclamar que la esencia de los Estados Unidos es la supremacía blanca es tragar a la mentira fatal de la misma esclavitud.

Como de costumbre, Lincoln lo dijo mejor. Él explicó que cuando los fundadores escribieron de la igualdad, sabían que no contaban con “ningún poder para conceder a una bendición tan enorme” en ese entonces. Pero eso no fue su propósito. Mejor “crearon una máxima estándar para una Sociedad libre, cosa que debe ser familiar a todos y venerado por todos; constantemente buscado, constantemente luchado y, a pesar de que no sea logrado de la forma perfecta, constantemente aproximado y, de tal forma, desplegando y profundizando en influencia y aumentando la felicidad y valor de las vidas de todas las personas de todos colores en todos lugares.” Esa labor perpetua, en las generaciones que siguieron, es la fuente verdadera de “casi todo lo que ha vuelto a los Estados Unidos un país realmente excepcional.”

Este artículo fue publicado originalmente por Reason.

Timothy Sandefur es Vicepresidente para el Litigio en el Instituto de Goldwater y ha presentado informes legales en varios casos de ICWA, incluyendo al caso de Brackeen.

 

 

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